Parece que fue ayer pero ya han pasado 50 años desde que a Fernando Millor y a Joaquín Reta se les ocurriera crear una piscina que diera servicio a los vecinos de los nuevos barrios de Pamplona que crecían exponencialmente durante la década de los 60. Representantes como eran de sendas sociedades deportivas de la ciudad (Beti Gazte e Irrintzi respectivamente), consiguieron desde el principio recabar multitud de apoyos entre todas las peñas pamplonesas, que desde los inicios se comprometieron a hacerse cargo de las diferentes secciones deportivas.
Una vez conseguida la financiación (a través de subvenciones por parte del Ministerio y un crédito del Banco de la Construcción), procedieron a adquirir los terrenos pertenecientes al colegio de La Salle, en término de Beloso Bajo. Al tratarse de un terreno perteneciente a una orden religiosa, fue necesaria una autorización del Vaticano para poder empezar a construir. Aún así, tan sólo un año después de que se crearan los estatutos fundacionales, Amaya (que fue el nombre que se eligió en votación para el club) inauguró la piscina olímpica, la mayor instalación deportiva de la época. Y lo hizo con una competición entre la selección española y la francesa de natación.
Los primeros bañistas debían elegir entre mirar la piscina desde la grada o sortear un auténtico rally, ya que todavía no existían las zonas verdes.
Pie de foto: Colocación de la primera piedra para la construcción de las instalaciones de Amaya.